Popa: La chica que busca
Sofía está sentada en un banco de cemento, que parece un sarcófago abandonado. Mira para un lado, para el otro y regala una sonrisa al aire. Luego pareciera que busca algo en su bolso, lo deja apoyado en sus piernas y sigue mirando con insistencia y desconcierto.
Es sábado, el servicio meteorológico había pronosticado chaparrones durante el día. Los astros habían previstos a los nacidos bajo los signos de Aries, Sagitario y Leo que encontrarían “eso que tanto andan buscando”.
Esa tarde el parque de la Usina Cultural de Salta en la previa al Festigauch se había convertido en una gran búsqueda del tesoro. Cerca de los robustos arboles tres niños juegan a las escondidas. Una joven con una cerveza en la mano buscaba perdida a sus amigas que desaparecieron entre la muchedumbre. Sobre las escalinatas del anfiteatro, Juan Pablo intentaba encontrar entre los miles de perfiles activos de Tinder a “una mujer buena, independiente, mayor de 25 años”. Carolina no hallaba un basurero. Esteban y Juan buscaban, sin suerte, un descuento en el Food-truck de comidas. Lucía mostraba su nuevo corte de pelo y buscaba la aprobación de sus amigas.
El sol se había apoderado de la jornada y nadie encontraba nada, el vaticinio de los meteorólogos y astrólogos parecían haber fallado una vez más.
Sofía mira la secuencia que se presenta delante de sus ojos y sonríe, ella sabe que es una experta en el arte de buscar y encontrar.
Hola Sofi te estaba buscando, ¿podemos charlar un rato?
Claro, sentate! – dice con voz tierna que retuerce la aparente simpleza de la tarde, una herramienta labrada y suntuosa hundiéndose en los ordinarios capilares de un día que no será como otros.
Sofía Simensen de Bielke tiene 25 años. Lleva un vestido negro y sus ojos están resguardados bajo el cristal de sus característicos anteojos de marcos negros. Su voz es suave y la utiliza como único escudo contra presencias fantasmales que la acosan.
Aunque hace varios años vive en Buenos Aires donde estudia para ser Licenciada en Criminología, Popa, como se le conoce popularmente, siempre deja claro que Salta “es su lugar en el mundo”.
Piensa y responde con frescura a cada pregunta. Mientras habla mira con detenimiento a los ojos, al grabador, a su alrededor. No deja que se le escape ningún detalle. Esta joven tiene una habilidad particular, puede estar en otra parte que no sea el presente puro, con el detenimiento que eso implica.
¿Qué relación encontraste entre la música y la criminología?
En la música en particular yo indago mucho en que hay detrás las acciones, de las reacciones que básicamente son las emociones que se transmiten. Siempre estoy escarbando.
Usa esa palabra -escarbar- con el tono melancólico al que recurre cuando habla de algo personal, bajando la voz cuando termina la frase y mirando fugazmente hacia otro lado.
Cuando canta su humanidad es el lugar que puede deformarse para emanar sentimientos monstruosos o ser la más dulce parcela de candidez, pero la voz es su verdadera máscara: una voz como un rostro, una construcción detallada y con estilo, un instrumento afinadísimo.
“La música me mueve entera, me genera mucha emoción. Es una movilización muy sencilla y natural”, dice y echa la cabeza hacia atrás y se ríe con risa muda, de diva criolla, emitida hacia el cielo.
Mientras la charla transcurre, Popa no para de saludar a jóvenes que se identifican con sus letras: “Si pudiera”, “Incomoda” y “Tu mirada”, son alguna de las canciones en la que contemporáneos a Popa alguna vez se encontraron.
En la criminalística buscas huellas, rastros, indicios que te lleven a una hipótesis para resolver un crimen. ¿En tus canciones que es eso que escarbas?
Estoy en una búsqueda constante de que quiero transmitir con mis canciones, obviamente siempre esta lo principal de la vida que es encontrarme conmigo: una versión más auténtica, más despojada de prejuicios, de mandatos. Yo hablo de lo que me pasa, la autenticidad, siempre. Descubrí que mi música te baja, te relaja y quiere transmitir calma. Eso lo descubrí y me cabe.
La entrevista termina y Sofi, guitarra en mano, se dirige a los camarines. Camina con pisadas cortas mirando el piso, en un balanceo que en nada se parece a la actitud erguida y yerma que tiene sobre el escenario. Una vez más va a buscar algo, que como siempre sucede, encontrará.